LA INTERCULTURALIDAD EMPIEZA POR UNO MISMO
Primero que todo es necesario conocer y entender que significa la
interculturalidad, por eso en el siguiente vídeo se explica detalladamente en que
consiste.
La cultura occidental es la que ha intentado con una mayor
intensidad conocer las diferentes culturas que nos rodean. El etnocentrismo
consiste en analizar la cultura de otro individuo a partir de su propia
realidad, es decir, bajo su modelo y sus parámetros culturales, como si fueran
superiores o más importantes que otras culturas. Por lo general es fácil identificar
el etnocentrismo aunque existen formas más sutiles que ya no son tan sencillas
de ver.
EL CONOCIMIENTO DEL OTRO PASA POR EL CONOCIMIENTO DE UNO
MISMO
Hay que entender que todo discurso que se haga aunque sea
con buenas intenciones, sin ningún prejuicio y con la intención de comunicarse
con el otro, va a estar vinculado con las formas de pensamiento que tiene su cultura, que a su vez están unidas a la estructura de la lengua en la que se
expresa. Podemos decir que toda cultura es relativa ya que está atada a estructuras
lingüísticas propias de las lenguas. Por
lo tanto, lo que se dice o se piensa del otro depende de la lengua ya que cada lengua
exige expresarse de una manera distinta.
La lengua no establece nada por ella misma dado que solo
funciona en un contexto social concreto. Este contexto condiciona a las
personas que forman parte de él acordando lo que pertenece al orden de
pensamiento. Todas las culturas no viven en las mismas condiciones y no tienen
las mismas necesidades, así pues, hay realidades que ciertas culturas no
pensarán nunca y serán impensables para ellas. Para que la comunicación funcione
hay que ser consciente de que si el otro no pertenece a mi cultura no conoce la
realidad tal y como yo la conozco.
LAS DIMENSIONES DE LA CULTURA OCCIDENTAL
Estos son los países que pertenecen a occidente. |
Todas las culturas tienen una historia aunque no esté
escrita que crea una conciencia que se manifiesta en las costumbres, el arte,
los hábitos… Hay que tener conciencia de los diferentes niveles que constituyen
la cultura occidental, que son tres: el nivel indoeuropeo, el nivel judeocristiano
y el nivel de las culturas locales. Estos tres niveles se han anastomizado, es
decir, que han desaparecido los límites, hasta el punto que es complicado saber si las cosas pertenecen a un nivel o a otro. En el pasado, cada región de Europa ha
desarrollado características sociales, éticas y culturales.
La dimensión indoeuropea es la que ha hecho posible el
surgimiento de la idea de persona-individuo, libertad individual, democracia…, principios que la cultura occidental ha exportado de tal manera que hoy en día
son mundiales.
En Occidente, actualmente, existe un problema con la tradición
judeocristiana que está marcada por la Iglesia católica. La Iglesia y el poder
han ido siempre de la mano y existen dudas de si esto es compatible con la
laicidad y la democracia. Es cierto que Occidente ya no es tan masivamente
cristiano y las nuevas generaciones están cada vez menos unidas a la tradición
cristiana. Pero el occidental que quiere entenderse a sí mismo tiene que conocer su
memoria religiosa.
LA COHERENCIA NO ES SIEMPRE VERDAD
Todas las sociedades crean un imaginario religioso, social o
cultural que le dan el sentido que la vida en grupo necesita. En el caso de la religión,
a partir de ciertas verdades expresadas como absolutas se crea una coherencia
interna sólida. Como por ejemplo que Dios es el creador o que Dios se ha dado a
conocer mediante la revelación. Estas verdades se admiten como evidencias y el
sistema religioso se constituye cada vez más en una coherencia racional, que
acaba siendo reconocida como La Verdad. La religión se constituye en un sistema
de exclusión.
Para una cultura las leyes de otra pueden resultar disparatadas
pero lo cierto es que ninguna cultura es incoherente para sí misma ya que cada
cultura tiene su coherencia propia que identifica con la verdad. Hay que entender que la verdad es
relativa y plural y cada cultura tiene que intentar superar sus propios horizontes
si quiere comprender los valores del otro.
En conclusión, la interculturalidad no tiene sentido sin la superación
de uno mismo y sin la consciencia de la relatividad humana. Es esencial empezar
por conocerse a uno mismo y conocer también la cultura a la que pertenece.
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